PLAZA MAYOR
La mediocridad, mala amistad, vampira de energía, cómodo refugio donde pasar el tiempo hasta que llega la hora de la cena y del descanso de no hacer nada. Ahora tenemos una gran excusa de agarrarnos a la situación mundial, la mediocridad nos inunda desde las pantallas, el pesimismo es la última campaña viral que nos corroe el alma. Leemos las citas de Jobs para jurarnos que las seguiremos a pies juntillas y el pasar de una mosca nos lo hace olvidar, recibimos la noticia de un amigo enfermo al que le han dado meses y decimos que lo importante es vivir, pero a los dos minutos volvemos a decirle si, bwuana a nuestro jefe cuando no creemos en lo que hacemos ni creemos que ese mediocre sepa coger una escoba siquiera pese a tener un MBA, pero sí que creemos que es el que nos paga y eso le da derecho a hacernos infelices. Las noticias políticas son un bucle mediocre de reproches fundados en el «como tú lo hiciste antes, eso me justifica».
La única solución la tenemos dentro, cada uno, lo más importante es ser feliz o querer serlo buscándolo. Y para eso hay que mirar fijamente a los ojos del niño que educas y creer en lo que le enseñas, hay que buscar la excelencia en cada pequeño trabajo que hagas, en cada idea que poner en pie, hay que dimitir al menos una vez en la vida y sentirte libre diciéndole al poderoso que contigo no puede, eso te hará más rico sin mirar la cuenta corriente. Dice mi amigo que hemos nacido en el país equivocado, que nos damos de bruces ante los amarrateguis, ante el virgencita. Pues cambiemos eso mismo, cambiémoslo con optimismo, con dignidad, con cabeza alta, desde el optimismo personal abre el balcón y grita ¡Adiós mediocridad!
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