"En esta ocasión voy a aprovechar la oportunidad que me brinda este blog para sacar conclusiones acerca del partido más duro que jamás he presenciado. No se trata de un encuentro del equipo al que dirijo, ni siquiera de un choque disputado en una cancha de baloncesto. Me refiero al partido que un día cualquiera, hace ya más de tres años, el cáncer le obligó a jugar por sorpresa a la persona que consiguió hacerme tocar con la yema de los dedos la felicidad plena y gracias a la cuál he aprendido a afrontar los sinsabores de la vida con la mejor de mis sonrisas. Mi intención no es otra que, a través de estas líneas, resumir un testimonio de vida que demuestra la grandeza de la persona a la que quiero rendir este humilde homenaje.
Estableciendo un símil baloncestístico, el partido comenzó sin tiempo para calentar, con la musculatura atenazada y la mente en otros menesteres. El rival al que se enfrentaba era temible, totalmente desconocido, casi inexpugnable, pero ella, lejos de amedrentarse decidió, desde el primer momento, pelear con uñas y dientes dejando claro al gigante que tenía delante que estaba dispuesta a enfrentarse cara a cara con él sin ningún tipo de complejo y siempre con la mejor de sus armas, su eterna sonrisa. El oponente percibió que debería ser voraz para vencer la resistencia que iba a encontrar y desde el inicio atacó en tromba, embistiendo desde todos los flancos. Probó atacando por el poste bajo, más tarde abusó del tiro exterior, propuso defensas presionantes a toda pista, en definitiva se vio obligado a utilizar todo su repertorio para debilitarla. Logró tirarla al suelo varias veces, pero cuando conseguía levantarse y limpiarse sus heridas, volvía a mirarlo a los ojos y le volvía a desafiar con una sonrisa, incluso cuando las fuerzas estaban bajo mínimos.
El contrario nunca flaqueó pero ella siguió creyendo ciegamente en sus, cada vez, más escasas posibilidades. Su tremenda ilusión por disfrutar de la vida y de hacernos disfrutar de ella a los que la rodeábamos la llevó a forzar varias prorrogas in extremis. En la última de ellas arriesgó al máximo, se jugó el todo por el todo, incluso cuando su entrenadora y compañeros de equipo le aconsejaron no hacerlo, pero ella nunca se conformó con empatar y fue a por la victoria. Pasó el momento más delicado y cuando todo hacía indicar que volvería a levantarse, como tantas otras veces lo había hecho, su cuerpo dijo basta y se fue apagando lenta y sigilosamente. El partido terminó hace ahora una semana y por desgracia se lo llevó uno de los grandes enemigos de la sociedad actual, pero los indiscutibles vencedores son los valores que ella encarnó hasta el último aliento: valentía, perseverancia, ganas de ganar, capacidad para afrontar la adversidad y espíritu de lucha para lograr los objetivos marcados por imposibles que parezcan.
Espero que la lección de vida que recibí en primera persona y que he tratado de sintetizar en unos cuantos párrafos sirva a entrenadores, directivos, padres, madres y a los propios jugadores para inculcar e interiorizar los valores que se extraen de este testimonio.
Ella se ha retirado a su merecido descanso dejando un hueco imposible de ocupar en el corazón de cuántos la queríamos, pero el recuerdo de su inmortal sonrisa brillará eternamente. Su menudito cuerpo encerraba a la persona más grande que nunca conocí, afortunados de aquellos que tengan la infinita suerte de cruzársela en su camino, allá donde esté. Hasta pronto Ángela, tu sonrisa siempre iluminará mi vida."
Estableciendo un símil baloncestístico, el partido comenzó sin tiempo para calentar, con la musculatura atenazada y la mente en otros menesteres. El rival al que se enfrentaba era temible, totalmente desconocido, casi inexpugnable, pero ella, lejos de amedrentarse decidió, desde el primer momento, pelear con uñas y dientes dejando claro al gigante que tenía delante que estaba dispuesta a enfrentarse cara a cara con él sin ningún tipo de complejo y siempre con la mejor de sus armas, su eterna sonrisa. El oponente percibió que debería ser voraz para vencer la resistencia que iba a encontrar y desde el inicio atacó en tromba, embistiendo desde todos los flancos. Probó atacando por el poste bajo, más tarde abusó del tiro exterior, propuso defensas presionantes a toda pista, en definitiva se vio obligado a utilizar todo su repertorio para debilitarla. Logró tirarla al suelo varias veces, pero cuando conseguía levantarse y limpiarse sus heridas, volvía a mirarlo a los ojos y le volvía a desafiar con una sonrisa, incluso cuando las fuerzas estaban bajo mínimos.
El contrario nunca flaqueó pero ella siguió creyendo ciegamente en sus, cada vez, más escasas posibilidades. Su tremenda ilusión por disfrutar de la vida y de hacernos disfrutar de ella a los que la rodeábamos la llevó a forzar varias prorrogas in extremis. En la última de ellas arriesgó al máximo, se jugó el todo por el todo, incluso cuando su entrenadora y compañeros de equipo le aconsejaron no hacerlo, pero ella nunca se conformó con empatar y fue a por la victoria. Pasó el momento más delicado y cuando todo hacía indicar que volvería a levantarse, como tantas otras veces lo había hecho, su cuerpo dijo basta y se fue apagando lenta y sigilosamente. El partido terminó hace ahora una semana y por desgracia se lo llevó uno de los grandes enemigos de la sociedad actual, pero los indiscutibles vencedores son los valores que ella encarnó hasta el último aliento: valentía, perseverancia, ganas de ganar, capacidad para afrontar la adversidad y espíritu de lucha para lograr los objetivos marcados por imposibles que parezcan.
Espero que la lección de vida que recibí en primera persona y que he tratado de sintetizar en unos cuantos párrafos sirva a entrenadores, directivos, padres, madres y a los propios jugadores para inculcar e interiorizar los valores que se extraen de este testimonio.
Ella se ha retirado a su merecido descanso dejando un hueco imposible de ocupar en el corazón de cuántos la queríamos, pero el recuerdo de su inmortal sonrisa brillará eternamente. Su menudito cuerpo encerraba a la persona más grande que nunca conocí, afortunados de aquellos que tengan la infinita suerte de cruzársela en su camino, allá donde esté. Hasta pronto Ángela, tu sonrisa siempre iluminará mi vida."
Antonio J. López Asensio
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