ELLOS
No importa qué, cómo, dónde o cuándo. Siempre hay una maldita excusa. Siempre hay un "pero" que cause impersonalmente el error. No son dueños de sus actos, no son responsables de sus pecados. Saben pero no quieren, son capaces pero no lo intentan. Mueren los cuatro últimos minutos cuando deberían morir los cuarenta minutos que dura el partido, desde el primer segundo hasta el último.
Corren encerrados en su cárcel de individualidad. No son capaces ver que jugando en equipo, trabajando unidos por un mismo objetivo, se consigue lo que se ambiciona. No entra en sus cabezas que morir en defensa es triunfar en ataque. No quieren comprender que apretando los dientes y abriendo la mente, son un equipo increíble. No llegan a adquirir el concepto de que intentando ganar la gloria en tres jugadas acabarán obteniendo la muerte deportiva.
Son capaces, capaces de lo mejor. Son capaces de sufrir y morir por un balón que rueda a siete metros de ellos. Pero no quieren. Y cuando no se quiere, al final cambian las tornas del destino y se llega a no poder.
Está en sus manos, en su cabeza y sobre todo en su corazón. El sentimiento de deseo es lo que los llevará al triunfo. Nosotros, los entrenadores, no podemos hacer nada más allá de lo que hemos hecho. Es momento de que peleen por el amor que le tienen a este deporte y demuestren que no deben de estar donde están. Es momento de madurar y luchar. Esa es la llave que les abrirá la puerta de la felicidad.
Corren encerrados en su cárcel de individualidad. No son capaces ver que jugando en equipo, trabajando unidos por un mismo objetivo, se consigue lo que se ambiciona. No entra en sus cabezas que morir en defensa es triunfar en ataque. No quieren comprender que apretando los dientes y abriendo la mente, son un equipo increíble. No llegan a adquirir el concepto de que intentando ganar la gloria en tres jugadas acabarán obteniendo la muerte deportiva.
Son capaces, capaces de lo mejor. Son capaces de sufrir y morir por un balón que rueda a siete metros de ellos. Pero no quieren. Y cuando no se quiere, al final cambian las tornas del destino y se llega a no poder.
Está en sus manos, en su cabeza y sobre todo en su corazón. El sentimiento de deseo es lo que los llevará al triunfo. Nosotros, los entrenadores, no podemos hacer nada más allá de lo que hemos hecho. Es momento de que peleen por el amor que le tienen a este deporte y demuestren que no deben de estar donde están. Es momento de madurar y luchar. Esa es la llave que les abrirá la puerta de la felicidad.
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