Muchas veces nos preguntamos por qué determinados chavales de 12 a 13 años, con grandes dotes de deportistas de baloncesto, desaparecen con el paso de los años. Desde la visión de padre, sin ser especialista en este juego; pero si con chavales en esta edad, me fabrico mis propias respuestas, mitad psicología, mitad experiencia “de visu”. El concepto científico de Selección natural establecido en el siglo XIX por Darwin y Wallace, de forma independiente pero al unísono, explicaba como las especies se iban adaptando a los cambios en su ambiente, y solo permanecían las que podían adaptarse. El resto, desaparecían.
El nuevo ambiente al que hay que adaptarse, en estas edades, es la adolescencia. También somos los padres los que nos debemos adaptar a estos cambios, y también sufrimos una “selección natural”. El niño no es tan manejable, y su rebeldía fisiológica, nos dificulta nuestra relación. Tenemos que darnos cuenta de que empieza a tener sus propias ideas, no sólo en el deporte, sino en las relaciones interpersonales. Su deseo de independencia choca contra nuestro control férreo mantenido hasta ese momento. Norma, tolerancia y muchísima paciencia es el trípode que nos permite aguantar su “selección natural”.
Un proceso en el que se ven mezclados muchos factores:
1.-El niño ha sido tan acosado en el deporte, que llega un momento en que su amor al baloncesto se transforma en antipatía. Demasiados entrenos y demasiadas ordenes como si se tratasen de jugadores de la ACB. Demasiadas responsabilidades para tan poca edad, o mejor dicho, excesivas responsabilidades. Todos tenemos noticias de determinados clubes que parecen exprimir literalmente a los chavales.
2.-El propio carácter del niño. Técnicamente evolucionando adecuadamente, pero la presión de una responsabilidad determinada (un partido importante, un contrario con nombre), les puede y no son capaces de rendir como lo suelen hacer en los entrenos con sus amigos y compañeros de equipo. Niños que miran mas a sus padres durante el desarrollo de un partido que al propio entrenador, como buscando complicidad en su incapacidad o a su falta de ganas.
3.-El ambiente. No tiene punto de comparación ir a un entreno o partido los fines de semana, con el esfuerzo que esto supone; o ir a la esquina de debajo de casa o a dar un paseo con amigos más interesantes y con especimenes del otro sexo (que a igualdad de edad, les dan diez vueltas en desarrollo físico y psíquico). Es mucho mas atrayente lo segundo y no perder el tiempo en sudar.
4.-Los padres y el chantaje del adolescente. Como mi hijo, por el camino que va, probablemente termine siendo un jugador de ACB, vivirá de ello y me quitará de trabajar; caigo en la trampa de que toda mi vida y la suya depende de sus decisiones no adecuadas sobre el basket a esa edad. Lo más importante en la vida del niño y del padre es el baloncesto, y todo va a depender de esta prioridad. Tengo que hacer lo posible para que mi hijo juegue en nivel profesional, y si esto no ocurre, es culpa de la sociedad, no mía.
5.-Los estudios y su rendimiento escolar. Lo más importante son los estudios. Si no cumple, le quito el deporte. A estudiar, y nada más. El deporte no es importante, es una droga que no le permite concentrarse. No soy capaz de ayudarte en tu horario y compatibilizar las dos cosas. O una cosa o la otra. No hay más que hablar.
6.-El sindrome de Mogli. Despúes de toda una película conviviendo con Balú y la pantera Baguera, con miles de aventuras contra el tigre, los monos, etc.; cuando queda dos minutos para el fin, le aparece “la mujer de su vida” que deja caer el ánfora, y en ese momento, todas las relaciones previas pasan a un segundo plano. Lo más bonito que me ha pasado es conocer a “mi novia” que probablemente sea la mujer de siempre, y no la puedo dejar escapar.
Probablemente se me olvide algún factor intercurrente, pero creo que esto es lo habitual y lo que permite que grandes chavales deportistas enamorados del baloncesto, se terminen “enamorando” de otro ambiente. Es la época del cambio, la adolescencia. Hay que estar preparado para ello, porque todos tenemos parte de responsabilidad en cómo queremos que sea nuestro hijo.
El nuevo ambiente al que hay que adaptarse, en estas edades, es la adolescencia. También somos los padres los que nos debemos adaptar a estos cambios, y también sufrimos una “selección natural”. El niño no es tan manejable, y su rebeldía fisiológica, nos dificulta nuestra relación. Tenemos que darnos cuenta de que empieza a tener sus propias ideas, no sólo en el deporte, sino en las relaciones interpersonales. Su deseo de independencia choca contra nuestro control férreo mantenido hasta ese momento. Norma, tolerancia y muchísima paciencia es el trípode que nos permite aguantar su “selección natural”.
Un proceso en el que se ven mezclados muchos factores:
1.-El niño ha sido tan acosado en el deporte, que llega un momento en que su amor al baloncesto se transforma en antipatía. Demasiados entrenos y demasiadas ordenes como si se tratasen de jugadores de la ACB. Demasiadas responsabilidades para tan poca edad, o mejor dicho, excesivas responsabilidades. Todos tenemos noticias de determinados clubes que parecen exprimir literalmente a los chavales.
2.-El propio carácter del niño. Técnicamente evolucionando adecuadamente, pero la presión de una responsabilidad determinada (un partido importante, un contrario con nombre), les puede y no son capaces de rendir como lo suelen hacer en los entrenos con sus amigos y compañeros de equipo. Niños que miran mas a sus padres durante el desarrollo de un partido que al propio entrenador, como buscando complicidad en su incapacidad o a su falta de ganas.
3.-El ambiente. No tiene punto de comparación ir a un entreno o partido los fines de semana, con el esfuerzo que esto supone; o ir a la esquina de debajo de casa o a dar un paseo con amigos más interesantes y con especimenes del otro sexo (que a igualdad de edad, les dan diez vueltas en desarrollo físico y psíquico). Es mucho mas atrayente lo segundo y no perder el tiempo en sudar.
4.-Los padres y el chantaje del adolescente. Como mi hijo, por el camino que va, probablemente termine siendo un jugador de ACB, vivirá de ello y me quitará de trabajar; caigo en la trampa de que toda mi vida y la suya depende de sus decisiones no adecuadas sobre el basket a esa edad. Lo más importante en la vida del niño y del padre es el baloncesto, y todo va a depender de esta prioridad. Tengo que hacer lo posible para que mi hijo juegue en nivel profesional, y si esto no ocurre, es culpa de la sociedad, no mía.
5.-Los estudios y su rendimiento escolar. Lo más importante son los estudios. Si no cumple, le quito el deporte. A estudiar, y nada más. El deporte no es importante, es una droga que no le permite concentrarse. No soy capaz de ayudarte en tu horario y compatibilizar las dos cosas. O una cosa o la otra. No hay más que hablar.
6.-El sindrome de Mogli. Despúes de toda una película conviviendo con Balú y la pantera Baguera, con miles de aventuras contra el tigre, los monos, etc.; cuando queda dos minutos para el fin, le aparece “la mujer de su vida” que deja caer el ánfora, y en ese momento, todas las relaciones previas pasan a un segundo plano. Lo más bonito que me ha pasado es conocer a “mi novia” que probablemente sea la mujer de siempre, y no la puedo dejar escapar.
Probablemente se me olvide algún factor intercurrente, pero creo que esto es lo habitual y lo que permite que grandes chavales deportistas enamorados del baloncesto, se terminen “enamorando” de otro ambiente. Es la época del cambio, la adolescencia. Hay que estar preparado para ello, porque todos tenemos parte de responsabilidad en cómo queremos que sea nuestro hijo.
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